JUEVES SANTO
(sólo texto, para imprimir)

William Hole. La última cena.Celebramos, hoy, una de las fiestas más importantes del año. Podríamos hablar del amor fraterno, del lavatorio de los pies de los apóstoles, del discurso de despedida de Jesús, de la Eucaristía como sacrificio de la Iglesia y como banquete, de la institución del sacerdocio y de otras cosas. Como no podemos exponer todas, porque esta eucaristía sería demasiado larga, explicaré solamente la Eucaristía como banquete. El banquete de Jesús y nuestro banquete.

¿Qué es un banquete? Es una reunión de personas que celebrarán alguna cosa importante, con una buena comida o cena.

EL BANQUETE DE JESÜS

El cenáculo

Jesús envió a Pedro y Juan diciendo: "Id y preparadnos la Pascua para que la comamos. Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?. Les dijo: Cuando entréis en la ciudad, os saldrá al paso un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle hasta la casa que entre, y diréis al dueño de casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está la sala donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?. El os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta; haced allí los preparativos." (Lc 22,8-12).

Es muy probable que la casa fuese de la madre de Marcos, el evangelista.

Preparativos

Los apóstoles la encontraron tal y como Jesús les había dicho. Después de dar un vistazo a la sala, bien preparada, fueron a comprar todo lo que hacía falta para la cena.

Aquella cena recordaba la liberación del pueblo judío del poder de Egipto.

Fueron al mercado a comprar el cordero para comérselo entre trece personas. Lo llevaron al templo para que lo degollaran. Lo asaron y prepararon el pan sin levadura, las hierbas amargas, el vinagre, y el vino, y una salsa de color rojo, de almendras, higos, dátiles y canela, trituradas en vino.

Cuando Jesús llegó al cenáculo, todo estaba listo.

Como los apóstoles discutían sobre quién sería el más importante (Lc 22, 24), Jesús les lavó los pies para darles ejemplo de humilidad.

Una vez que Jesús lavó los pies de los apóstoles, se colocó en el diván, delante de la mesa, y a su lado Pedro y Juan, y, al lado de Juan, Judas Iscariote, el traidor. Es muy probable que Judas hubiera salido ya, cuando Jesús comenzaba a instituir la Eucaristía.

El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el final. Con el fin de dejarles una prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles participar de su Pascua, instituyó la Eucaristía, como memorial de su muerte y de su resurrección.

El evangelista Mateo nos describe la institución de la Eucaristía con estas palabras tan sencillas y profundas: Mientras estaban comiendo, tomó Jesús el pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: Tomad y comed, ésto es mi cuerpo. Tomó luego una copa y, dadas gracias, se la dio diciendo: Bebed todos de ella , porque ésta es mi sangre de la Nueva Alianza, que será derramada por muchos para perdón de los pecados" ( Mt 26, 26-28)

Aquel Jueves Santo, los apóstoles hicieron su primera comunión.

Jesús preparó muy bien la primera comunión de los apóstoles.

Después de la multiplicación de los panes y de los peces, les explicó el significado de aquel milagro.

Los apóstoles recordarían perfectamente estas palabras de Jesús:

"El pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo" (Jn 6,33).

"Yo soy el pan que ha bajado del cielo" (Jn 6,41).

" Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne para la vida del mundo".(Jn 6,51).

"Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y Yo en él" (Jn 6,55-56) .

Después, en la intimidad, Jesús les explicaría y comentaría estas palabras, como solía hacer con las parábolas. Jesús preparó mucho mejor a los apóstoles para que hiciesen su primera comunión, que las madres, los catequistas y sacerdotes preparamos hoy a los niños para la suya.

La última cena. Salvador Dalí.NUESTRO BANQUETE

La misa es el banquete sagrado de la comunión del Cuerpo y de la Sangre de Jesús ( C.I.C. 1382).

Cuando Jesús llegó al cenáculo, encontró todas las cosas preparadas para celebrar el banquete. Nosotros también, al entrar al templo, hemos hallado todas las cosas listas para celebrar el banquete eucarístico, la mesa, que es el altar cubierto con el mantel y adornado con flores y cirios, el pan y el vino, el agua, el libro de las lecturas, y hoy la jofaina para el lavatario de los pies, y la toalla.

Los bancos para que ahí se sienten las personas, al rededor del altar, para participar del mismo banquete que celebró Jesús el día anterior de su pasión y muerte.

Cuando sale el sacerdote, que representa a Jesucristo, cantamos con alegría, y ya estamos reunidos para celebrar la fiesta de la Eucaristía. Después escuchamos la palabra de Dios, que es como una carta del Padre del cielo dirigida a nosotros, presentemos nuestras ofrendas y peticiones y pongamos mucha atención en el momento de la consagración cuando el sacerdote dice: "Santificad esta ofrenda con vuestra bendición, hazla perfecta i digna de Ti, para que se convierta para nosotros en cuerpo y sangre de tu Hijo amado, Jesucristo, nuestro Señor.

El cual, la víspera de su pasión, tomó pan, en sus santas y venerables manos y, elevando los ojos al cielo, hacia ti, Dios Padre suyo todopoderoso, dando gracias, lo bendijo, lo partió, y lo dio a sus discípulos diciendo:

Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo.

Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, en sus santas y venerables manos, dando gracias lo bendijo y lo dio a sus discípulos diciendo:

Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados."

Adoremos el cuerpo de Jesús y su sangre, diciendo todos: "Señor mío y Dios mío".

A continuación rezaremos la oración del Padre nuestro, daremos el beso de la paz y nos acercaremos con devoción a recibir el cuerpo y la sangre de Jesús, como alimento de nuestra vida cristiana.

Vayamos todos a comulgar, porque ir a un banquete y no comer, no tiene sentido.

Para acabar, me pregunto por qué comemos:

-para conservar nuestra vida. Toda persona que no come se muere. Los cristianos que no participan de la Eucaristía, poco a poco se van muriendo

- para el desarrollo de nuestra vida. Los niños crecen gracias al alimento, y los mayores para vivir. La Eucaristía nos hace crecer en el amor a Dios y a los hermanos, ya que el amor es la esencia de nuestra vida cristiana.

-Para reponer las fuerzas, que se pierden en la lucha diaria. Si no comes, te vas debilitando poco a poco. Las madres, cuando los niños no quieren comer, se preocupan, y tienen razón. Si deseas estar fuerte en la fe, acércate a comulgar con frecuencia.

Acabo con estas palabras tan profundas y significativas de Santo Tomás de Aquino:

La Eucaristía "fue el más grande de los milagros que El hizo, y lo dejó como consuelo especialísimo a los entristecidos por su ausencia" (Oficio de lectura de las horas del jueves Santo),

y de San Efrén:

"Señor, te comemos y bebemos, no por consumirte, sinó porque vivamos de Ti. El alimento se transforma en nuestro cuerpo, y en la Eucaristía es al revés, nosotros nos transformamos en Jesús, podemos repetir aquellas palabras de San Pablo: Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí."

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Beat Pere Tarrés i Claret (1905-1950)

OFRENDA DEL DR. PEDRO TARRÉS

Delante del Santísimo, el Jueves Santo del 1940 en el Seminario,

"Señor mío y Dios mío. Jesús, hoy Jueves Santo, a media noche, al pie del Monumento del Seminario, os hago la entrega total e incondicional de mi corazón. No quiero que en mi pobre corazón viva nadie más que Tú. Es para Tí únicamente.

Hago el propósito de desterrar el egoísmo que llevo tan arraigado, mi tan terrible amor propio, mi espíritu de vanidad y todas mis imperfecciones y defectos, hijos de una soberbia disimulada.

Hoy, en esta noche, Jesús mío, hago el propósito de luchar a muerte, de negarme a mí mismo, de morir a mí mismo.

Quiero arrancar, con tu gracia, todas estas malas hierbas, con tal que sólo Tú, oh Señor mío, vivas ahí, y que mi corazón se funda con el tuyo, y no tenga más afán que de Ti; y no sea yo, Señor, quien actue sino sólo Tú. Yo un mísero instrumento.

Jesús aspiro a ser Santo, a fusionarme contigo, a vivir tu vida.

Señor, haz de mí lo que mejor te parezca. Soy todo tuyo. Me entrego totalmente a Ti. Hazme ser como Tú desees que sea, dame sólo tu Amor y tu Gracia. Solamente te pido la gracia del amor.

Virgen María, presenta esta ofrenda a tu Hijo, con tus propias manos, y hazle memoria de tu sufrimento en su Pasión y a la vez tuya.

Ayúdame a ser Santo.

(Diario del Seminario) Sacerdote de Barcelona en proceso de beatificación.