SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA
¿Por qué San Juan escribe el Evangelio?
Un abuelo escribió sus memorias para que sus nietos supieran su vida y milagros
y puso sólo las cosas buenas, naturalmente.
Los políticos escriben sus memorias para que
la historia les dé la razón de muchas cosas.
San Juan no escribe la vida de Jesús. Los evangelios no son la vida de Jesús,
sino solamente algunos hechos, para que nosotros creamos que Jesús es el
Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengamos vida en su nombre.
Lo que hay aquí ha estado escrito para qué
creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y, creyendo, tengáis vida en su
nombre, por haber creído (Jn 20,31).
Ejemplo de fe, santo Tomás.
La homilía que hace San Gregorio Magno,
papa, sobre el evangelio de hoy es muy bonita. Permitidme que lea un trozo.
"Cuando vino Jesús, Tomás, el
Gemelo, uno de los doce, no estaba allí con los otros. faltaba sólo este
discípulo; y cuando regresó, oyó lo que había sucedido, pero se negó a creer lo
que oyó. El Señor acudió por segunda vez a ofrecer a su discípulo que palpara
su lado, le mostró la mano y, todo enseñándole las cicatrices de sus heridas,
le curó la herida de su infidelidad. Hermanos, carísimos, ¿qué es lo que
advertimos aquí? ¿Os parece que ocurrió por casualidad que aquel discípulo
escogido, primero no estuviera y que, después, acudiera y escuchara, y que, al
escuchar, dudara y que, en su duda, palpara y palpando creyera?
No, esto no aconteció por azar, sino que
es un don de Dios. Porque la bondad divina actuó de tan admirable manera, que,
cuando Tomás, dudoso, tocaba en su Maestro las heridas de la carne, curaba en nosotros
las heridas de la infidelidad. A nosotros nos aprovecha más, por la fe, la
infidelidad de Tomás que no la fe de los restantes discípulos que creían,
puesto que mientras el discípulo toca
y es atraído a la fe, nuestro entendimiento, fuera ya de toda duda, se
afianza en ella. De esta manera, el discípulo, titubeante y por esto palpando,
se convierte en testigo verdadero de la resurrección.
Llena de gozo lo que sigue :"Felices
los que creerán sin haber visto".
Esta sentencia se refiere especialmente a nosotros, que no hemos visto a
Cristo encarnado, pero lo tenemos en el pensamiento. Pero se refiere a
nosotros, sólo si, por la vía de las obras, somos consecuentes en nuestra fe.
Porque es auténtica la fe de aquel que en sus obras practica lo que cree. De
aquellos que tienen una fe sólo de nombre, dice san Pablo: "Confiesan
que han conocido a Dios, pero lo niegan con las obras". Y dice el
apóstol Santiago: " la fe sin obras está muerta" (Homilía
26,7-9).
Nuestra fe
San Juan sabía muchas más cosas de Jesús,
pero escogió las palabras que habéis escuchado mirando nuestra fe.
La fe es fiarse, adherirse, confiar,
establecer una relación profunda con Jesucristo.
El cristiano no es una persona que tiene fe como aquella que tiene un vestido;
el cristiano es una persona que cada día recibe de Dios el don de la fe. La fe
es un don de Dios y la hemos de aumentar.
San Juan escribe: Felices los que creerán
sin haber visto (Jn 20,29). Nosotros somos felices si tenemos fe. Dios,
cada día, nos da el don de la fe, nosotros durante el día tenemos que creer y
aumentarla.
La fe nos trae a la vida
La fe al servicio de la vida. Para que
tengamos vida en su nombre (Jn 20,31).
La finalidad de la fe es que tengamos vida y vida en abundancia.
La fe nos hace descubrir el amor de Dios
La fe nos lleva al descubrimiento del amor de Dios, Padre, manifestado en su
Hijo, muerto y resucitado por nosotros.
Nosotros hemos conocido el amor que nos
tiene y hemos creído (1Jn 4-16).
El amor es el fruto de la fe.
Creer en Jesús resucitado se traduce en la
vida de la comunidad.
En la primera lectura hemos escuchado estas
palabras: La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola
alma, y nadie hablaba de las cosas que poseía como si fueran propias, sino que
tenían todos los bienes en común ( He 4,32).
Armonía, unidad, amor en la comunidad
No había pobreza, sino amor. Los bienes, en
lugar de ser motivo de egoísmo, de envidia y de malestar, eran motivo de
amistad y de fraternidad.
Santo Tomás, para creer, quería ver y tocar
las heridas de Jesús. Los hombres del siglo veintiuno, para creer en Jesús,
necesitan ver nuestro amor en nuestra vida y la conducta en la comunidad. No
solamente en nuestras palabras.
" Obras son amores y no buenas razones", dice el adagio. San Juan escribe: Tenemos esta
señal para conocer si estamos en él: quienes afirman que están en él se tienen
que comportar como él se comportaba (Jn 2,6).
Señor, aumenta mi fe. Que tenga la fe de
santo Tomás. Ayudadme a ser, para todos, un testigo de vuestra resurrección y
de vuestra presencia entre nosotros.
Que paséis un buen domingo.