VIERNES SANTO
(sólo texto, para imprimir)

Autor: William Hole.Nuestra reunión es para contemplar la pasión y muerte de Jesús en la cruz. Hemos escuchado con toda devoción y reverencia, la pasión de Jesús escrita por San Juan, y ahora nos disponemos a meditarla en esta tarde de Viernes Santo. Con silencio interior y con gran reverencia, acerquémonos a la cruz de Jesús y elevemos nuestros ojos, contemplando a Jesús crucificado.

Muchas cosas podrían ser objeto de nuestra reflexión, pero ya que no las podemos meditar todas, prestemos nuestra atención a los sufrimientos no físicos, sino morales, de Jesús clavado en la cruz. Pasemos, pues, por alto: los azotes, la coronación de espinas, sus caídas yendo al Calvario, la crucifixión y la misma muerte de Cristo, y con toda humildad y sencillez preguntemos a Jesús cuáles eran sus pensamientos y sentimientos en aquellas tres horas que estuvo clavado en la cruz.

Seguramente que sus pensamientos se dirigían hacia Anás y Caifás. Cómo Caifás le había condenado a muerte: "Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo" (Jn 18,14). Sí, hermanos, Jesús moría por nuestra salvación, moría por todo el pueblo. Pensaría:

- en Pilato, que le condenó de muerte, porque se había hecho Rey: "Pilato le dijo: ¿Luego tú eres rey? Respondió Jesús. Sí como dices: soy rey" (Jn 18,37). Pilato, no te equivocas en preguntar si Jesús es rey, pero Jesús recalca: "Mi reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos. Pero mi Reino no es de aquí" (Jn 18,36).

- en Barrabás. Dice el evangelista: "Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: ¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás! (Lc 23,18). Qué alegría la de aquel hombre al recuperar la libertad a cambio del arresto de Jesús.

- en aquellos soldados que se burlaban de Él, le pusieron la corona de espinas y con una caña le pegaban y "doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: ¡Salve, rey de los judíos!" (Mt 27,29).

- en Pedro, que le había negado tres veces. San Mateo dice: "Pedro, entretanto, estaba sentado fuera en el patio; y una criada se acercó y le dijo: También tú estabas con Jesús, el Galileo. Pero él lo negó delante de todos: No sé què dices" (Mt 26,69-70). Si alguna vez has tenido un amigo que te haya negado, entonces sí que puedes comprender el dolor de Jesús, cuando su mirada se cruzó con la mirada de Pedro que salía de la casa de Anás. ¡Tú, Pedro, que me habías dicho que estabas dispuesto a entregar tu vida por mí y, delante de una criada, dices que jamás me has conocido!

Autor: William Hole.- en Judas. Era uno de sus amigos. Jesús recordaría aquellas palabras que él le dijo, cuando Judas lo entregó: "¿Judas, con un beso entregas al Hijo del Hombre?" (Lc 22,48). ¿Por qué te ahorcaste? ¿No sabías que yo estaba dispuesto a perdonarte?

- en el Cirineo, que de mala gana había ayudado a cargar la cruz. Dice San Lucas: "Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús" (Lc 23,26).

- en los apóstoles, en todos ellos, que le habían abandonado en aquellos momentos de tristeza y dolor, menos Juan.

- en aquellos cojos, ciegos, tullidos, enfermos, leprosos, muertos, que él había resucitado, etc. ¿Dónde estaban?

Todo esto era motivo de dolor y tristeza, pero lo que le producía más dolor era el abandono de su Padre: "Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz "¡Elí, Elí!, ¿lemá sabactani? –esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27,46).

Jesús, ¡grande es tu dolor físico y moral! Haz que, en este Viernes Santo, yo te acompañe con tus sufrimientos y dolores.

Pero Jesús también tiene algunos consuelos al pie de la cruz. El evangelista Juan dice: "Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena" (Jn 19,25).

- Su madre, María, llena de angustia y dolor, pero valiente como ella sola.

- San Juan y algunas mujeres, entre ellas, seguramente, aquella mujer atrevida que le secó su rostro cuando Él subía con la cruz a cuestas, hacia el calvario, la Verónica.

- José de Arimatea y Nicodemo, que se preocuparon de su sepultura y con mucha delicadeza le descolgaron de la cruz: "José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en un sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca" (Mt 27,59-60).

- muchas otras persona, que, como el centurión "Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: "Ciertamente, este hombre era justo". Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho" (Lc 23,47-48).

Autor: William Hole.La causa de la pasión y muerte de Jesús son los pecados de los hombres. También, ahora Jesús es de nuevo crucificado. Existen muchos pecados en el mundo en que vivimos. Pensemos en las guerras, en los jóvenes que se drogan, en las infidelidades en el matrimonio, en las parejas que se juntan y se separan como la cosa más natural del mundo, en los cristianos que faltan a sus obligaciones hacia Dios, y en tantas personas que han recibido una educación cristiana y un conocimiento de Jesús y le han abandonado, como los apóstoles lo hicieron. No acabaríamos nunca, si quisiéramos describir todos los pecados de los hombres de nuestro siglo.

Para concluir, desearía que permaneciéramos al pie de la cruz, como estuvieron María, Juan evangelista y otras personas buenas que acompañaban a Jesús en aquellos momentos terribles. Hagamos nosotros también el propósito, en este Viernes Santo, de consolar a Jesús durante toda nuestra vida.

Se puede poner este ejemplo.

Un judío, que se llama Jesús, dijo estas palabras: "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos" (Jn. 15,13). Nosotros somos los amigos de Jesús. Él ha entregado la vida por nosotros. Gracias, Jesús.

Estos días se cumplen cincuenta años que un polaco dio su vida por un judío. Me refiero al padre franciscano Maximiliano Kolbe. Sucedió en Austria, en un campo de concentración donde miles de prisioneros judíos y no judíos murieron en el crematorio. Existía una ley que decía que si alguien se escapaba del campamento, otro prisionero moriría en su lugar. Un prisionero se escapó, y el oficial alemán, después de hacer formar a todos los prisioneros, les recordó la ley e hizo un sorteo. Este recayó en un judío, que comenzó a gritar: "No me matéis os lo imploro por mi esposa y mis hijos". Un hombre, vestido de prisionero, se adelantó y dijo en voz alta, para que todos lo escucharan: "En lugar de este judío sacrificadme a mí". El oficial lo aceptó, y el padre franciscano Maximiliano Kolbe, después de pasar unos días en una celda sin comer ni beber, murió. Ahora, el padre Kolbe es un Santo de la Iglesia, y éste judío que murió a los noventa y cuatro años, estoy seguro de que en el cielo le ha dado personalmente "las gracias", como tantas veces en su vida ya lo había dicho.

Decid interiormente, cristianos que me escucháis: Padre Kolbe, dótanos de fuerza para dar nuestra vida por nuestros amigos, como Jesús lo hizo.

Acabemos con un himno de acción de gracias al Señor porque ha ofrendado su vida por nosotros, que es la prueba más grande del amor de Dios.