DOMINGO DE RAMOS
(sólo texto, para imprimir)
Antes de comenzar la Santa Misa, hemos realizado la bendición de los
ramos y hemos contemplado la solemne entrada de Jesús en la ciudad de Jerusalén
y cómo es aclamado por la multitud y, de una manera especial, por los niños.
Ahora, después de
haber escuchado la pasión de Jesús, narrada por el evangelista San Marcos, os
pediría, con San Ignacio de Loyola, que contempléis la pasión de Jesús con:
"dolor con Cristo dolorido, quebrantado con Cristo
quebrantado" o, como San Pablo escribe: Tened entre vosotros los
mismos sentimientos que Cristo (Flp 2,5).
Qué sentimientos no tendría Jesús en
aquellos momentos, en que ya había sido condenado a muerte y sabía que la
multitud que le aclamaba, el Viernes Santo gritaría, pidiendo su muerte:
Todo el pueblo respondió: "¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros
hijos!" (Mt 27,25). Fue azotado y cargó la pesada cruz, y los apóstoles,
todos menos Juan, le abandonaron, un apóstol le traicionó, otro le negó y el
Padre le abandonó, y quedaría sólo, sin ayuda de nadie, en la cruz.
INTRODUCCIÓN
Podríamos poner la mirada y nuestra
contemplación en las diversas personas que intervienen en la Pasión de Jesús,
como ya hemos hecho en otras ocasiones, pero, tal vez nunca la hemos dirigido a
una mujer, de la que nos habla el evangelio de hoy, que amaba de verdad a Jesús,
y que en Betania se le acercó con un frasco de alabastro, con perfume puro
de nardo, de mucho precio, quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza (Mc
14,3).
CIRCUNSTANCIAS
Faltaban dos días para la Pascua y de los
Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con
engaño y matarle (Mc 14,1).
En estas circunstancias, fácilmente podemos
imaginarnos el ambiente que había en Betania, cuando aquella mujer valiente
entra en la casa de Simón, el leproso, Jesús estaba recostado a la
mesa... trayendo un vaso de alabastro, lleno de ungüento y lo derramó sobre su
cabeza (Mc 14,3). Ella, con este acto, desea resaltar el amor y el aprecio
que tenía al Señor.
Actitud de Jesús
Jesús la mira con gozo interiormente, la
defiende y le dice que se ha anticipado a embalsamar su cuerpo para la
sepultura. Y añade: Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena
Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que esta mujer ha hecho
para memoria suya (Mc 14,8-9).
Nosotros, esta mañana, hemos cumplido las
palabras de Jesús.
Simón el leproso
Jesús tenía en Betania amigos, la casa de Lázaro
y la de Simón, que lo invitó a cenar a su casa, además de otros.
La mujer que ungió a Jesús
Es la hermana de Lázaro, que Jesús resucitó,
y de Marta. Dice San Juan: Marta servía, y Lázaro era uno de los que
estaban con él. Entonces María tomando una libra de perfume de nardo auténtico,
muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos (Jn 12,3).
Quienes critican la acción de la mujer
San Marcos dice: Algunos se decían
entre sí indignados: ¿Para qué este despilfarro de perfume?. Se podía haber
vendido este perfume por más de trescientos denarios y habérselo dado a los
pobres (Mc 14,5). San Juan precisa que fue Judas, el que le traicionó,
quien hizo este comentario (Jn 12,4).
APLICACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS
Jesús, como nosotros, tenía amigos y
enemigos, personas que no le podían ver. Así es su vida. Pero, entre los
amigos de Jesús, podemos estar nosotros, si lo deseamos. Sin duda que será
nuestro mejor amigo.
Santa Teresa de Jesús en su obra Vida,
que es su autobiografía, escribe: ¿Qué más queremos de un tan buen amigo
al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del
mundo? ¡Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le llevare consigo!
Miremos al glorioso San Pablo, que no parece se le caía de la boca el nombre de
Jesús, como quien le tenía bien en el corazón. (Cap 22,7).
Nosotros, en la vigilia de la pasión de Jesús,
también nos hemos de aproximar a Jesús, como lo hizo aquella mujer, ungir, con
nuestras palabras y buenas obras, la cabeza de Jesús, delante de este mundo,
que cada día se aparta más de Dios y pasa de Él. El mundo está lleno de
bondad, maldad y pecado. Esta es la causa de la pasión y muerte de Jesús en la
cruz.
Por desgracia, la Semana Santa, para algunos
cristianos, solamente son unos días de vacaciones, sin acordarse de que, si las
tienen, es gracias a Jesús.
Ungir la cabeza de Jesús, en esta Semana
Santa, es contemplar su pasión y muerte, con espíritu de fe, y acompañarlo
como lo hizo su madre, María, al pie de la cruz, y como tantos cristianos y
cristianas que lo harán, con el fin de gozar de su Resurrección.
Estos días de Semana Santa recordaremos tu
amor, Jesús. Gracias, Señor, por todo lo que haces por nosotros.
Que tengáis una buena Semana Santa y
procurad asistir a los actos litúrgicos.