Festividad de Todos Los santos
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totssants.jpg (45901 bytes)Celebramos hoy, hermanos y hermanas, una de las fiestas más bonitas del año: LA FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS. Durante el año hemos visto diversas maneras de santificarse. Hoy subimos al cielo y contemplamos una gran multitud de personas que han amado de verdad a Jesucristo y ahora gozan de la visión beatífica.

Después de algunos años, o quizá dentro de poco, nosotros celebraremos esta fiesta en el cielo, porque también amamos a Jesucristo, a pesar de nuestras imperfecciones,

En la fiesta de Todos los Santos podemos ver el éxito de Jesucristo. Millones de personas han creído en Él, han aceptado su mensaje y le han seguido, algunos hasta dar su sangre en el martirio. Los santos son el mejor fruto de la Pascua, y su felicidad es la felicidad del mismo Cristo.

Hemos escuchado en la primera lectura estas palabras del Apocalipsis: Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación raza, pueblos y lenguas. De pie, delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: ¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero! (Ap 7,9-1).

Seguramente que nuestros abuelos, hermanos, padres o hijos, ahora, gozarán de la visión de Dios, y hoy celebramos su fiesta.

San Pablo, en la carta a los Efesios, nos dice: El nos eligió en la persona de Cristo -antes de la creación del mundo- para que fuésemos santos e irreprensibles ante él por el amor. El nos ha destinado, en la persona de Cristo, a ser sus hijos (Ef 1,4-5).

Jesús nos dice: Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5,48).

Esta es la voluntad de Dios: que todos se salven y gocen de la vida eterna.

¿QUÉ ENTENDEMOS POR SER SANTOS?

¿En qué consiste la santidad? La santidad consiste en vivir las bienaventuranzas, que hemos leído hoy en el evangelio.

Ser pobre, ser humilde, ser misericordioso, luchar por la justicia, ser portador de paz y sufrir por el reino de Dios.

Este es el programa que expone Jesucristo y que nosotros, sus seguidores, hemos de llevarlo a la práctica.

Santa Teresa nos dice que la santidad consiste en una disposición del corazón, que nos hace ser humildes y pequeños en los brazos de Dios. ¡Qué definición más bonita! ¡Ponernos en los brazos de Dios!

PONGAMOS AHORA NUESTRA MIRADA EN LA PERSONA DE JESUCRISTO

Miremos la gran figura de Jesucristo, y, aunque sea muy brevemente, consideremos cómo El lleva a cabo las bienaventuranzas que hemos escuchado del evangelio y, cómo nosotros, en la vida cotidiana, es posible que podamos practicarlas.

Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos (Mt 5,3)

Jesús nació pobre, fue un trabajador, murió pobre en una cruz y fue enterrado en un sepulcro que no era suyo, hoy diríamos, de alquiler.

Es posible que nosotros podamos poner en práctica la pobreza de espíritu, rectificando, de hecho, el ansia de riqueza que todos llevamos dentro.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados (Mt 5,4)

Jesús lloró cuando murió Lázaro, su amigo; ante la ingratitud de Jerusalén; en el huerto de los olivos, y en la cruz.

Es posible que, en nuestra vida, más de una vez, hayamos de enjugar alguna lágrima de alguien que llora la muerte de un familiar, de una madre, de un hijo o hija drogadictos, de un amigo que pasa un mal momento en su vida afectiva, por falta de trabajo o soledad.

Dichosos los humildes, porque ellos heredarán la tierra (Mt 5,5)

Jesús fue manso y humilde de corazón. Su mansedumbre y su humildad atraían a los niños, a los enfermos y afligidos. Yo soy sencillo y humilde de corazón (Mt 11,29). Dijo Jesús.

Es posible que nosotros podamos ejercer la virtud de la humildad y de la mansedumbre, superando el deseo de insultar, o de despreciar a aquél o a aquella que se ha portado con nosotros de una manera incorrecta o indiferente.

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados (Mt 5,6)

Jesús tuvo hambre de la gloria de su Padre, y se olvidaba del hambre material, porque su comida era hacer la voluntad de su Padre. Recordad el pasaje de la samaritana. Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado, hasta llevar a cabo su obra (Jn 4,34).

Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia (Mt 5,7)

Jesús era misericordioso. Perdona a la pecadora, a la adúltera y a sus enemigos en la cruz. Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.

Es el Padre misericordioso que espera que su hijo pródigo vuelva.

Es posible ser misericordiosos en la forma de juzgar a las personas, saber disculpar, y procurar olvidar las ofensas que nos hayan hecho.

En el Padrenuestro decimos: Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden (Mt 6,12).

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5,8)

Jesús era limpio de corazón. Jesús pregunta: ¿quién me acusará de pecado? El era la inocencia personificada. ¿Quién de vosotros sería capaz de demostrar que yo he cometido pecado? (Jn 8,46).

Es casi seguro que tendríamos que comprobar si nuestro corazón, nuestra mirada, nuestras palabras y actitudes son limpias, para no condenar, o ver segundas intenciones, sino debilidad, cuando juzgamos el mal comportamiento de una persona que nos ha ofendido. Muchas veces lo sentimos y nos duele, y por eso damos una respuesta crispada o que ofende.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán "los hijos de Dios" (Mt 5,9)

Jesús era la paz que cantaban los ángeles y que nos la deseaba antes de irse. Os dejo la paz, os doy mi propia paz. Una paz que el mundo no os puede dar. No os inquietéis ni tengáis miedo (Jn 14,27).

Es posible que más de una vez nos hayamos de reprimir interiormente y acallar la ira que bulle en nuestro interior, y los malos pensamientos que nos envenenan. Pongamos paz en nuestro corazón, en las familias y en la sociedad, este ha de ser nuestro ideal cristiano.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos (Mt 5,10)

Jesús fue perseguido por causa de la justicia y murió en una cruz.

Si Jesús fue perseguido también nosotros, sus discípulos, lo seremos, si queremos llevar una vida cristiana de verdad y dar ejemplo.

Ningún siervo es superior a su señor. Igual que me han perseguido a mí, os perseguirán a vosotros (Jn 15,20).

He aquí unos cuantos ejemplo, podrían ponerse mucho más.

Venerar, no adorar a los santos y santas

Nosotros veneramos, no adoramos a los santos, porque son nuestros intercesores ante Dios les pedimos que presenten nuestras súplicas al Señor.

Es bueno acudir a los santos cuando tenemos necesidad, pero es mejor imitar su amor a Jesucristo, para que nos podamos reunir un día con ellos en el cielo.

El prefacio de la Festividad de Todos los Santos dice así:

Hacia esta ciudad santa, nosotros, aunque como peregrinos en país extraño, nos encaminamos alegres, guiados a la luz de la fe y gozosos por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia; en ellos encontramos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad.

Pensad que el camino que conduce al cielo es el camino de las bienaventuranzas. Sigámoslo y todos nos encontraremos arriba, en el cielo, con nuestros familiares que nos han precedido con la señal de la cruz y ahora duermen el sueño de la paz.

Nada más, sino desearos que todos nos podamos encontrar en el cielo, gozando de la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, de María, la madre de Jesús, y de todos los santos, cantando las alabanzas al Creador.

Que paséis un buen día de Todos los Santos.

PISTAS PARA LA ORACIÓN

1. Es abrir nuestro corazón a aquella persona que sabemos que nos quiere.

2. Es dialogar con Dios, conversar con él.

3. Es escuchar as Dios: "habla, que tu siervo escucha".

4. Es dejarle decir a Dios que nos quiere.

5. Es presentar a Dios nuestra pobreza, para que El nos colme de su riqueza.

6. Es llegar a ser en el tiempo, lo que cada uno es en la mente de Dios desde el principio.

"Ya no vivo yo es Cristo quien vive en mí".

7. Es respirar espiritualmente.

8. Es tener conciencia de no ser nada, ante Aquel que lo es todo.

9. Es disponerse para que El me llene, me fecunde, penetre todo mi ser, hasta ser una sola cosa con El.