FESTIVIDAD DE
TODOS LOS SANTOS
(Solo
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En
aquel tiempo, al ver Jesús el gentío subió a la montaña, se sentó y se
acercaron sus discípulos, y él se puso
a enseñarles (Mt
5,1).
En el
día de hoy, quiero destacar algunas cualidades que debe tener el discípulo de
Jesús, si quiere serlo de verdad.
Estas
cualidades, las encontramos en este pasaje del evangelio que acabamos de
escuchar: Las Bienaventuranzas.
Las Bienaventuranzas son
un resumen magnífico de toda la predicación de Jesucristo. Nos habla de
felicidad, de la felicidad de una forma muy distinta de como nos la presenta el
mundo. El mundo ofrece la felicidad si el hombre puede complacer sus deseos,
que van encaminados hacia el placer, el prestigio social, el triunfo personal,
el dinero, el poder, la salud, etc. Para obtener alguna de estas cosas es capaz
de cometer las mayores barbaridades.
Jesús
conocía a los hombres, sabía como eran y que experimentaban diariamente sus
inquietudes, sus deseos y aspiraciones; a pesar de todo esto, no duda en presentar su programa con las Bienaventuranzas.
El
Señor pide, a los que queremos ser discípulos suyos, que seamos pobres de
espíritu. El cristiano reconoce su pequeñez, sus limitaciones, que es poca cosa
y que, si tiene algo bueno, es porque lo ha recibido del Señor, como dice san
Pablo: Pues, ¿quién te hace superior a los demás? ¿Qué tienes que no hayas
recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué presumes como si no lo hubieras
recibido? (1Cor 4,7).
Sentirse
pobre delante de Dios y reconocer su pobreza, ha de ser la primera condición
para ser discípulos de Jesús.
Todos
conocemos personas que han sido ser muy brillantes y, sea por una enfermedad o
por la vejez, se han vuelto como unos pobres niños.
También
nos pide que seamos humildes. Es el fruto de ser pobres. Bienaventurados los
mansos, los humildes, porque ellos poseerán la tierra. Si eres pobre de
espíritu, serás humilde. La humildad, decía santa Teresa, es la verdad. La
persona que es humilde reconoce la grandeza de Dios en su misma debilidad, y
cuando está ante su hermano, reconoce su dignidad de hijo de Dios.
Actualmente,
se habla mucho de los derechos de la persona, que se le reconozcan sus
derechos. Estos derechos pueden ser reconocidos fácilmente si ponemos en
práctica las palabras de Jesús: Dichosos los humildes, porque heredarán la
tierra (Mt 5,5).
Jesús
también nos dice: Dichosos los que lloran, los que tiene hambre y sed de
justicia, los compasivos, los limpios de corazón, los que construyen la paz.
Permitidme
que hable un poco de esta Bienaventuranza tan bonita: Dichosos los que
construyen la paz, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,9). No puedes
construir la paz si no la tienes. Paz con Dios y paz con tus hermanos. ¿Y qué
podemos entender cuando decimos ser portadores de paz? No lo diré con palabras
mías, sino con las palabras de san Francisco de Asís, el santo que amaba de
verdad a Jesús:
ORACIÓN
DE SAN FRANCISCO:
Hazme, Señor, instrumento de tu paz.
Donde
haya odio, ponga amor.
Donde
haya injuria, ponga perdón.
Señor,
donde haya duda, claridad.
Que
no busque tanto ser consolado como consolar.
Ser
comprendido como comprender.
Ser amado como amar.
Haz
de mí un instrumento de tu paz.
Donde
haya tristeza, ponga alegría.
Donde
reine la oscuridad yo ponga luz.
Donde haya desánimo, ponga ilusión.
Haz
de mí un instrumento de tu paz.
Sé
que, al perdonar, soy perdonado,
si
doy, todavía recibo más;
y
que nos das la gracia de llevarnos al cielo.
Dejadme
decir, para acabar, que, si queremos ser verdaderos discípulos de Jesús,
seremos insultados, perseguidos y calumniados. Tres verbos muy fuertes: Insultados,
perseguidos y calumniados. El Señor fue insultado, perseguido, calumniado y
muerto en una cruz. El discípulo no puede ser menos que el Maestro.
Y, ¿qué
recompensa nos promete el Señor? El Señor nos promete la recompensa del Reino
del cielo, y también paz interior, alegría espiritual y un gozo que solamente
tienen aquellos que ponen en práctica el Sermón de la Montaña.
Hace
unos años, una señora que iba cada semana a un hospital a dar la comida a los
enfermos y hacerles un bueno rato de compañía, me decía que cuando hacía esta
obra de caridad sentía una gran alegría. Es la recompensa de hacer el bien.
"La
bienaventuranza prometida nos coloca ante opciones morales decisivas. Nos
invita a purificar nuestro corazón de sus malos instintos y a buscar el amor de
Dios por encima de todo. Nos enseña que la verdadera felicidad no reside ni en
la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna
obra humana, por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y las artes, ni
en ninguna criatura, sino sólo en Dios, fuente de todo bien y de todo
amor" (Del Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 1723).
Que paséis un buen dia de Todos los Santos.