EL PODER DE LA ORACIÓN

Recuerdo que un día me vino a ver un sacerdote muy amigo mío y me dijo que me daría una mala noticia: Me caso.

Era un sacerdote que sólo hacía cinco años que estaba ordenado y se dedicaba principalmente a los pobres e inmigrantes. Se trataba de una chica casada, divorciada extranjera,
de otra confesión cristiana y con un hijo.

Le hablé del compromiso que tenía con Jesús y con la iglesia y que no lo consideraba acertado. Él estaba encerrado y no veía nada, ni escuchaba ningún consejo.

Yo humanamente no podía hacer nada más sólo  rezar y dejarlo en las  manos de Dios.

Pedí oraciones a la comunidad del Espíritu Santo, a los monjes cartujanos de Tiana, a las monjas cartujanas de Benifasar, a las monjas benedictinas de Sarrià y a personas de mi confianza mías, naturalmente sin decir el nombre.

Él fue A Tierra Santa aconsejado por el Sr. Obispo  para repensar-lo.

Tras cuatro meses me dice que lo había dejado correr definitivamente y estaba dispuesto a continuar siendo un buen sacerdote.

Jesús nos dice: Pedid, y Dios os dará; buscad y encontraréis; llamad, y Dios os abrirá, porque quien pide recibe, quien busca encuentra, y a quien llama, le abren (Mt 7,7-8).

Dios siempre nos escucha, pero que se haga nuestra voluntad depende de la cosa que pedimos y de la libertad de la persona para quien lo pedimos.