¿ES ÉSTE?

Recuerdo que un amigo sacerdote, que me tenía mucha confianza, me explicó lo que lo había pasado aquella mañana en el despacho.

Él me dijo:

Yo estaba en el despacho a solas, puesto que no eran horas de despacho; de pronto entra una mujer muy nerviosa con su hijo de unos nueve años, y gritando dice: “Es éste, es éste”. Su hijo le contesta, “Madre, no es éste, madre, no es éste”.

Me levanté muy deprisa, le pregunté qué pasaba y les dije que se sentaran.

La mujer, ya más calmada, me explicó que su hijo estaba en la sacristía y que entró un hombre y abusó de él.

El hijo le dijo: “Madre, no era este sacerdote”.

Ellos marcharon, la madre pidiendo disculpas, y sin saber quién había abusado de su hijo. Después se supo que el culpable era un hombre que no estaba bien de la cabeza.

La cosa quedó despejada y no pasó nada más.

Algunas veces se da la culpa a un sacerdote sin ser verdad y la gente se lo cree.

No todo lo que se dice se debe creer. Muchas veces se debe probar, o fiarse de la veracidad de la persona que habla.

Jesús dice: “No juzguéis y no seréis juzgados” (Mt 7, 1).