LA EUTANASIA
Recuerdo
que un amigo me vino a visitar y salió el tema de la eutanasia.
Me
explicó que tenía un amigo que estaba muy enfermo y pedía al médico y a los
familiares que lo dejaran morir, practicando la eutanasia. Tanto el médico como
los familiares no lo hicieron. Si él lo quería y lo pedía ¿por qué no
hacerlo?
Le
expliqué qué entendemos por eutanasia, o sea poner fin a la vida de una
persona enferma, disminuida, moribunda.
Le
recordé el quinto mandato de la ley de Dios que dice: no matarás y que la vida
es un don de Dios y solamente Dios puede disponer.
Esta interrupción puede ser legítima, aunque de una manera indirecta se siga
la muerte de la persona; no se quiere dar la muerte, se acepta el hecho de no
poderla impedir.
Las decisiones las deberá tomar el paciente si tiene capacidad de hacerlo, o
aquella, persona o personas que tengan autoridad y lo puedan decidir.
La vida humana es sagrada, porque, desde su origen, supone la acción creadora
de Dios y siempre se mantiene una relación especial con el Creador, su único
fin. Sólo Dios es amo de la vida
(Catecismo de la Iglesia Católica, 2258).
Después de esta conversación quedó claro que no se puede matar a ninguna
persona directamente puesto que Dios lo prohíbe.