RECUERDOS
DE NIÑO
Recuerdo que un día mi abuelo, cuando yo era muy pequeño, estábamos en la masía
de Horta de San Juan, que mi abuelo tenía allí, contemplando en el portal como
caía una lluvia de invierno muy beneficiosa. Una de las cosas bonitas de
contemplar es cómo cae el agua en el silencio del campo.
Mi abuelo me dijo: ¡Cuántos duros que caen del cielo! Ahora diría euros. Yo
le repliqué diciendo: Yo veo que cae agua y no duros. Él me miró sonriente y
me hizo esta explicación: El poco trigo que el masovero deja caer en la tierra
para que se pudra, se transforme en espiga y para que se multiplique necesita
del agua. Y Dios, de vez en cuando, la envía desde el cielo.
Cuando
los granos del trigo salen y se transforman en espigas, el masovero
hace garbas y las lleva a la era y con el
caballo y el trillo dando vueltas separa el trigo de la paja.
Pone
el trigo en sacos y lo vende para hacer pan y le dan duros de esta agua que ha
bajado del cielo.
También para dar a conocer a Jesucristo y ayudar a la Iglesia, muchas veces
"bajan duros del cielo".
Escuchemos las palabras del libro del Levítico: Si seguís mis preceptos y
observáis mis mandamientos y los cumplís, os enviaré lluvias a sus tiempos y
la tierra producirá sus granos y estarán sus árboles cargados de frutos y con
tanta abundancia, que la trilla de las mieses
alcanzará la vendimia; y comeréis vuestro pan en
hartura y habitaréis vuestra tierra sin temor (Lev
26,3).