YO PASO

Recuerdo que yo tenía veinticuatro años cuando canté mi primera misa. Hacía solamente un año desde mi ordenación cuando cogí el tren y me senté en un vagón donde había un sacerdote de unos sesenta años.

La conversación empezó hablando del tiempo, pero poco a poco al decirle que era sacerdote recién ordenado, me dejó hablar a mí. Yo estaba muy contento de ser sacerdote e ilusionado en la tarea que me esperaba y los proyectos que tenía. Pensaba que la semilla evangélica que echaría daría mucho fruto. Después de un buen rato de hablar, él me dejo: Chico, el mundo lo hemos encontrado mal y lo dejaremos peor. Yo pensé que aquel sacerdote era muy  pesimista y no le contesté. Ahora que ya soy viejo, tengo más de ochenta años, muchas veces he pensado que aquel sacerdote tenía razón al ver que muchas personas se apartan de Dios y de la Iglesia, sobre todo la juventud, y cuando les quieres hablar de Jesucristo te dicen que pasan y debes callar. Entonces pienso en aquel adagio que dice: Ya puedes silbar si el asno no quiere beber. 

Jesucristo en la parábola del sembrador explica como la misma semilla, siento buena, puede dar diferentes frutos según la tierra dónde cae. Jesús dijo: La de la semilla sembrada en medio de cardos es quien escucha la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y la seducción de las riquezas llegan a ahogarla, por esto no da fruto (Mt 13, 21-22). En mi vida sacerdotal, he predicado, he confesado a muchas personas, he dado comuniones, he bendecido muchas parejas en el sacramento del matrimonio y otras acciones que podría enumerar, y pienso que mucha semilla ha caído sobre cardos, que ha empezado a fructificar y no ha dado el fruto, que yo pensaba y quería. Es verdad que Dios lo sabe, pero yo he cumplido con mi tarea sacerdotal.

Creo que uno de los males del siglo veintiuno es que muchas personas pasan de todo y quieren hacer sólo lo que les parece.