SOLEMNIDAD
DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD - B
¿Habéis pesado seriamente que nuestra vida cristiana empieza
en el nombre de la Santísima Trinidad?
El
sacerdote nos bautizó en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
pronunciando estas palabras cuando echaba el agua bautismal sobre nuestra
cabeza. Y cumpliendo el mandato que Jesús dio a los Apóstoles y que hemos
escuchado en el evangelio de hoy: Dios
me ha dado autoridad plena sobre cielo y tierra. Poneos, pues, en camino, hace
discípulos a todos los pueblos y bautizadlos para consagrarlos al Padre, al
Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin de este mundo (Mt
28, 18-20).
El
prefacio de la misa de hoy nos explica el misterio de la Santísima Trinidad con
estas palabras: En verdad es justo y
necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar.
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que con tu único Hijo y el Espíritu Santo
eres un solo Dios, un solo Señor; no una sola Persona, sino tres Personas en
una sola naturaleza.
Y lo que creemos de tu gloria, porque tú
lo revelaste, lo afirmamos también de tu Hijo, y también del Espíritu Santo,
sin diferencia ni distinción. De modo que al proclamar nuestra fe en la
verdadera y eterna divinidad, adoramos tres Personas distintas, de única
naturaleza e iguales en su dignidad.
El
catecismo de la Iglesia católica nos dice: El
misterio de la santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida
cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los
otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más
fundamental y esencial en la “jerarquía de las verdades de la fe”.(C. E.
C.234).
Jesús
nos ha revelado el misterio la Santísima Trinidad, que siendo tres personas iguales
y distintas no son tres dioses, sino un solo Dios.
Cuando
decimos que la Santísima Trinidad es un misterio, entendemos que lo creemos por
la autoridad divina de Jesús y que a pesar de su continua revelación sigue
siendo un misterio impenetrable. Dice san Agustín: Si lo has comprendido, no es Dios (Sermón 52, 6,16).
La
Trinidad es un misterio en sentido estricto. El hombre creado no está preparado
para penetrarlo. Recuerdo que una chica, hablando del misterio y del conocimiento
de Dios me decía, que si ella pudiera entender todas las cosas de Dios ya no
sería criatura sino que seria dios, porque su inteligencia sería infinita.
Misterio
que nos hace captar la pequeñez de nuestra condición humana, comparada con la
inmensa Grandeza de Dios.
Dios
ha dejado huellas de su misterio en las obras de la creación y en la revelación
del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de Dios, en su ser como Trinidad
santa, es un misterio inaccesible para la inteligencia humana abandonada a sus
fuerzas.
En
el Antiguo Testamento Dios reveló a los hombres su Unidad. Hay un solo Dios,
creador y Señor de todas las cosas creadas. Dios dijo a Moisés: Yo soy el que soy. (Ex 3, 14).
Después,
en la plenitud del tiempo, Jesús, el Hijo de Dios, con una pedagogía incomparable,
revela que en Dios hay tres personas, iguales y distintas, que nosotros decimos
la Santísima Trinidad.
Jesús
habla muchas veces del Padre, durante toda su vida está refiriéndose al Padre.
Cuando
Jesús, a la edad de doce años se quedó en el templo de Jerusalén, la respuesta
que dio cuando lo encontraron fue esta: ¿No
sabíais que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre? (Lc 2,49).
El
evangelista Juan escribe citando al mismo Jesucristo estas palabras: Salí del padre y vine al mundo; ahora dejo
el mundo para volver al Padre (Jn 16,28). Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te
glorifique a ti (Jn 17,1), y san Lucas dice de Jesús refiriéndose a la
voluntad del Padre: No se haga mi
voluntad, sino la tuya (Lc 22,42).
Los
judíos querían matar a Jesús porque decía
que Dios era su propio Padre, y se hacía igual a Dios (Jn 5,18).
También
Jesús habla muchas veces del Espíritu Santo. En la última cena, Jesús dice a
los discípulos estas palabras refiriéndose al Espíritu Santo: Yo rogaré al Padre para que os envíe otro
Paráclito, para que esté siempre con vosotros. Es el Espíritu de la verdad
(Jn 14,16).
Una
anécdota
Recuerdo
que una vez llamaron a mi puerta unos testigos de Jehová, cuando les pregunté
si se habían bautizado en la Iglesia Católica me respondieron que sí. Entonces,
les pregunté porqué la habían abandonado, y me respondieron porque la Iglesia
Católica enseña cosas que no están en la Biblia, por ejemplo, la Trinidad. Yo
les cité las palabras del evangelio de hoy, diciendo que Jesús habla claramente
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que es la Trinidad, y que esto se
encuentra en el evangelio. Ellos no supieron qué responder y se marcharon.
Para
acabar recordemos que Jesús, que es igual al Padre y al Espíritu Santo nos ha
dado a María, su madre, y podemos recibirle en la sagrada comunión.
ORACIONES
Adoremos y
glorifiquemos, llenos de alegría, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
diciendo todos:
Gloria
al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
Padre
santo, danos el Espíritu Santo que nos enseñe a rogar como es debido; puesto
que no sabemos.
—
Que ayude
nuestra debilidad y ruegue por nosotros.
Hijo de Dios, que rogaste al Padre que diera el Espíritu Santo de la verdad a vuestra Iglesia,
—
Haz que se
quede siempre con nosotros.
Ven, Espíritu Santo, comunícanos los frutos: del amor, el gozo, la paz,
la paciencia, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre, la fe, la modestia, la sobriedad
y la castidad.
Padre todopoderoso, que enviaste a nuestros corazones el Espíritu de vuestro
Hijo, que grita: Abbà, Padre,
—
haznos
dóciles al mismo Espíritu para que seamos herederos tuyos y coherederos con
Jesucristo.
Oh Cristo, que nos enviasteis al Espíritu Santo que procede del Padre
para que diera testimonio de ti,
—
Concedednos
que seamos también nosotros testigos tuyos ante los hombres.