JESÚS, EL BUEN PASTOR
(Del libro, El pòrtic del misteri de la segona virtut (la esperanza), de Charles Péguy.
Ed. Clàssics del Cristianisme, num 4, 1989, pp. 81-82. ) (sólo texto, para imprimir)

pasqua4_p.JPG (31323 bytes)Jesús también era un simple pastor.

Pero ¡qué pastor, hijo mío!

Pastor ¿de qué rebaño?

¿A qué ovejas conduce?

¿En qué país del mundo?

Pastor de las cien ovejas que se han quedado en el corral, pastor de la oveja perdida, pastor de la oveja que vuelve. Y para ayudarla a volver, como ya sus piernas no pueden llevar tanto peso... ¡Sus piernas agotadas!

La coge dulcemente y la transporta él mismo a sus espaldas. Sobre sus dos hombros, cómodamente doblada en media corona alrededor de su nuca. Así, la cabeza de la oveja dulcemente recostada sobre su hombro derecho. Que es el lado bueno. Sobre el hombro derecho de Jesús, que es el lado de los buenos.

Y todo el cuerpo medio enrollado alrededor de su cuello y alrededor de su nuca. Alrededor del cuello en media corona, como una bufanda de lana que calienta. Así la oveja misma calienta a su propio pastor, la oveja de lana.

Es el lado bueno.

Cogidos bien apretados,

dulcemente pero firme.

pasqua4b.JPG (27094 bytes)Las dos patas traseras, bien agarradas, como es debido, con la mano izquierda,

suavemente, pero firme,

como se coge a un niño cuando se juega, llevándolo a hombros.

La pierna derecha con la mano derecha, la pierna izquierda con la mano izquierda.

Así el Salvador, así el Buen Pastor, quiere decir, que se preocupa bien de las ovejas.

Vuelve a llevar a hombros a esta oveja que se había perdido.

Para que las piedras del camino no hieran más sus patas heridas.

Para que haya más alegría en el cielo por un pecador que vuelve,

que por cien justos, que nunca se han marchado.

Con tal de que los cien justos, que nunca se han ido, se hayan quedado.

Y se hayan quedado en fe y en caridad.

Pero el pecador que se ha ido, y que ha estado a punto de perderse,

por su propia cuenta, pero, para que no falte al silbido en el anochecer,

le ha hecho revivir el temor, y así, ha hecho brotar la misma esperanza

en el corazón de Dios mismo,

en el corazón de Jesús.

El temblor del temor y

el estremecimiento de la esperanza.

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