NO LO ES
Recuerdo que, siendo Párroco de san
Paulino de Nola, un día estaba, al
mediodía, en el despacho parroquial. No había nadie y la puerta estaba
abierta. De repente, entró una madre con un niño de unos diez años de edad y a
grandes gritos decía: “Es éste, es éste”. El niño dijo a la madre: “no lo era,
no lo es”.
Muchas historias de sacerdotes y obispos que se explican no tienen ninguna base
real. Son invenciones o imaginaciones de personas que quieren mal a la Iglesia y
lo hacen con toda la malicia.
Soy un sacerdote viejo y siempre he oído explicar cosas de sacerdotes y obispos,
la mayoría sin fundamento, y me he acordado de
aquellas palabras de Jesucristo que dice: Recordáis aquello que os he
dicho: El siervo no es más que su
señor. Si me han perseguido a mí, también os perseguirán a vosotros; si han
observado mi palabra, observarán también la vuestra. Así harán todo esto
contra vosotros por mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. (Jn
15,20-21)
NO PODRÉ ATENDER A LA FAMILIA
Recuerdo que un día me vino a visitar un cristiano a quien conocía mucho. Era
un buen trabajador y muy responsable y me explicó que el dueño de la empresa,
donde trabajaba, le llamó a su despacho y le ofreció un buen cargo y un buen
sueldo.
Le dijo: “tendrás mucha responsabilidad y deberás viajar con frecuencia por el
negocio”. Él le contestó que lo pensaría y lo consultaría con su esposa,
también buena cristiana.
Al llegar a casa lo comunicó a su esposa y después de hablar los dos
convinieron que no les convenía la oferta hecha. La razón era que debería
trabajar más horas, viajar con frecuencia y muchos días los pasaría fuera de
casa.
La conversación se desarrolló de la siguiente manera.
”Con el sueldo que gano tenemos lo suficiente para vivir, educar a nuestros
hijos, pagar el colegio y hacer alguna pequeña limosna. Vivimos bien y somos
felices. Este dinero de más no los necesitamos, podemos pasar con lo que
tenemos”.
Después fue a ver al dueño y le dijo que si cogía el nuevo cargo no podría
atender a la familia como lo hacía y
que él y su esposa habían decidido no aceptar su oferta. Le dio las gracias y
continuó en el mismo trabajo.
Jesús dijo: ¡Qué difícilmente entrarán en
el reino de Dios los que tienen
riquezas! (Mc 10, 23b)
Muchas familias viven mal por causa del dinero. El dinero siempre tienta.
Recuerdo que hablando con un señor que era agnóstico, decía que no podía amar a
Dios porque no lo podía conocer, y como consecuencia deducía que no le podía
amar.
Yo le dije que Dios tal y como es no le podemos conocer porque Dios es infinito, y nuestros ojos son
finitos, pero que el Hijo de Dios, Jesucristo,
había tomado carne en las purísimas entrañas de María para que nosotros le
conociéramos de una manera visible.
Además de contemplar la persona admirable de Jesucristo, Dios hecho hombre,
podemos conocer a Dios en la contemplación de este mundo, tan maravilloso que
Dios ha creado para nosotros. También le podemos conocer en la Sagrada
Escritura y en el ejemplo de muchas personas que aman a Dios de verdad, siendo
su vida es un reflejo del amor a Dios.
Cuando uno fariseo preguntó a Jesús: ¿Cual es el mandamiento mayor de la
ley? Él le contestó: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con
toda tu alma, con todo tu pensamiento (ver: Mt 22, 34-37).
NO PUEDO OBLIGAR A DIOS QUE SE
HAGA MI VOLUNTAD
Recuerdo que un día hablando con una chica que había perdido a su padre, cuando
tenía cincuenta años, me decía que había pedido a Dios que su padre no muriera
y Dios no le había escuchado. Y por ello su fe tambaleaba.
Yo le recordé las palabras de san Agustín que decía que siempre el Señor nos
escucha, aunque no nos concede lo que le pedimos.
Nosotros queremos que Dios siempre haga nuestra voluntad y que siempre nos
conceda nuestras peticiones.
Después de una larga conversación, ella reaccionó de esta manera: “Si Dios
siempre hiciera lo que nosotros queremos y le pedimos, seriamos más que Dios”.
Nuestra oración siempre ha de acabar con
estas palabras:
”No se haga mi voluntad sino la vuestra. Dios ve más que nosotros y siempre
quiere nuestro bien.”
Cuando pedimos una cosa para otra persona, por ejemplo, cuando la madre pide que sus hijos no pierdan la fe, Dios
siempre respeta la voluntad de la
persona y no obliga.
Jesús en el monte de los Olivos ruega de esta manera: Padre, si quieres,
aparta de mí este cáliz, pero no se
haga mi voluntad, sino la tuya. (Lc 22 42)
POR NAVIDAD UNA BUENA COMIDA
Recuerdo que en un programa de
televisión oí esta conversación de dos mujeres que estaban en el
mercado.
Las dos eran vecinas y amigas, una era cristiana y su familia practicante. La
otra era musulmana y su familia también practicante. Las dos compraban mucho.
Una preguntaba a la otra: “¿Por qué compras tanto hoy?” La cristiana le
respondió: “Porque pasado mañana es Navidad y vendrá toda mi familia y debo
hacer una buena comida. Cuando era pequeña en mi casa teníamos gallinas y
gallos. Mi madre mataba el gallo y lo hacía asado con ciruelas y pasas. Ahora
voy a la plaza a comprar lo que necesito.”
Al ver que la musulmana tenía la cesta llena de cosas que había comprado, le
preguntó si también celebraban la Navidad. Ella le respondió: “no, porque los
musulmanes no creemos en Jesús, como Hijo de Dios, aunque le tenemos un gran
respeto”.
Las dos mujeres se despidieron y la cristiana mientras iba a casa pensaba:
“Algunos cristianos parecen musulmanes, pues para ellos la Navidad solamente
consiste en una buena comida”.
”Mi familia, en cambio, prepara la Navidad durante el tiempo de Adviento,
durante cuatro semanas. Vamos a la confesión comunitaria de la parroquia y el
día de Navidad vamos a la misa del Gallo.
Nace la claridad de un día santo;
Venid pueblos a adorar al Salvador,
Hoy ha bajado a la tierra una gran luz.
Que tengáis unas buenas fiestas de
Navidad.